La izquierda y el colapso civilizatorio

Comentarios a raíz de la publicación del libroA Esquerda ante o colapso da civilización industrial. Apuntamentos para un debate urxente“.


Consideraciones preliminares

El libro «La izquierda ante el colapso de la civilización industrial» de Manuel Casal Lodeiro me parece un libro fundamental por su capacidad reflexiva, por su interacción con el momento actual y con los diversos actores de izquierdas que están presentes aunque sea con posicionamientos minoritarios, o en otros casos, más mayoritarios. Valoro mucho el esfuerzo de pensamiento estratégico y sobre escenarios posibles, así como la interpelación a diferentes corrientes políticas, ideológicas y prácticas. He de decir que me asombra la actividad y capacidad de intervención de los compañeros galegos de la Asociación Touda, de Vespera de Nada, de los promotores de la revista 15.15.15 así como de los miembros del Partido da Terra, con los que mis compañeros y yo hemos tenido el placer de encontrarnos y conocernos en algunas ocasiones y con los cuales constatamos una afinidad importante a muchos niveles.

El libro no es una reflexión en el vacío, no es una disertación erudita ni alejada de la realidad sino todo un ejemplo de inteligencia práctica y dialógica puesta al servicio del diálogo y el debate entre sectores que vamos en una línea similar y que, aunque estemos muy próximos, la mayoría de las veces no nos conocemos ni reconocemos. Se trata de un trabajo de mirada notablemente global y sintética de mucho valor sobre algunos movimientos e iniciativas de izquierdas actuales en la península, que nos puede ayudar a no perder perspectiva, emarañados como estamos todos en nuestro día a día y en nuestros respectivos territorios. Así, si bien algunos nos encontramos para organizarnos a nivel material mediante redes de infraestructuras libertarias o redes de apoyo mutuo, desde un punto de vista ideológico hace falta tambien estar atentas a los discursos y proyectos afines, relacionarlos ideológicamente, hacer crítica y autocrítica entre nosotros, conocernos. A veces se proponen reuniones meramente como espacios de encuentro y coordinación, sin propuestas trabajadas de base, sin tener en cuenta la necesaria tarea de debatir ideas de fondo, concepciones del cambio y estrategias; este libro va en la dirección de hacer precisamente esto y por lo tanto es una contribución valiosa al avance de los cambios que nos proponemos llevar a cabo.

Profundizando en el mismo sentido sintético y global ya señalado, el libro resulta un texto interesante a nivel político por el mapa que aporta y que nos puede ayudar a dibujar las diferentes vertientes de una nueva bandera integradora de izquierdas. Así, se trata de un intento de poner encima de la mesa un mapa, más que marcar una ruta por un territorio definido, aunque también se expongan y propongan líneas estratégicas de avance. Pienso que es importante este mapa para situarnos en el amalgama actual de estrategias, contribuciones y proyectos de transformación social que comparten una conciencia del colapso civilizatorio que estamos viviendo. Así, al estilo de los útiles mapas de Ken Wilber con su paradigma integral en el campo de la psicología y el crecimiento personal, Manuel Casal propone un mapa de respuestas sociales ante el colapso civilizatorio. Partiendo de un análisis común en lo esencial, habría muchas formas de trabajar y compartir una misma estrategia, diferenciándose sobre todo en función del mayor o menor énfasis que se ponga en determinadas cuestiones o en otras, pero manteniéndonos unidos en algunas líneas claras. Aunque más adelante cuestionaré las bases de esta unión, con la cuestión del Estado y de la división entre izquierdas y derechas, que cabe preguntarse hasta qué punto es aún significativa.

Ideas fuerza que considero positivas

En primer lugar considero positivo en el trabajo de Lodeiro el intento de tratar de encontrar un punto de partida común, en este caso todas aquellas personas que pensamos que estamos immersos en un colapso civilizatorio y que es urgente dedicarnos a construir las bases de una nueva civilización.

En segundo lugar, creo que es fundamental tratar la cuestión de la construcción de referentes alternativos a la clase trabajadora. Constatar que hay y habrá en el futuro cada vez menos trabajo asalariado y más excluidos de otros tipos, sin negar que seguirá habiendo oprimidos y desposeídos, pero la pérdida de la centralidad del trabajo asalariado será clave para definir nuevas subjetividades en los tiempos que vienen. La izquierda radical del siglo XXI deberá ampliar sus referentes incluyendo todas las formas de la dominación, como ya se viene reivindicando y realizando parcialmente desde los años 70; en este sentido el concepto y las prácticas basadas en la Autonomía que venimos propugnando desde el Grupo de Reflexión para la Autonomía, entre otros, va en esta línea. Como se explica en el libro, el marxismo no cuestiona la transición que hace el capitalismo desde la autonomía comunal al trabajo asalariado pero los movimientos transformadores y revolucionarios del siglo XXI deberemos hacerlo, poniendo en el centro la construcción de formas de vida resilientes que depengan poco o nada del trabajo asalariado. Debemos poner en el centro las necesidades y buscar estrategias creativas para su satisfacción más allá del típico círculo salario, trabajo, empleo… Así, más que de desaparición de la clase trabajadora podemos hablar de su mutación en clase oprimida por el trabajo, por la falta de él y por muchas otras opresiones y formas de dominación que mantiene y perpetúa el sistema actual. Cuestionar éticamente el trabajo asalariado así como las nuevas formas de trabajo alienado, es, pues, de crucial importancia.

Comparto asimismo diversos cuestionamientos que se exponen en el libro y que son puntos cardinales o hasta ahora intocables por las “izquierdas” actuales, por ejemplo la crítica a la izquierda “anticapitalista” bolivariana. Esta, aunque tildada a menudo de “revolucionaria”, sobretodo en el pasado, evidencia cada vez más que su estrategia pasa por mantener el sistema actual pero socializando los beneficios del crecimiento, al estilo socialdemócrata, sin tener en cuenta que estos son “beneficios” envenenados, puesto que provienen de una temible y continua explotación de la naturaleza, aparte de ser “pan para hoy y hambre para mañana”, es decir, “soluciones” temporales e insostenibles. Así, otra clave para las transformaciones necesarias en el siglo XXI es encontrar la forma de combinar la justicia social con el respeto ambiental, y para ello se necesita otro tipo de paradigma ideológico, político y económico. Por otro lado, también me parecen acertadas las críticas a las propuestas de “renta básica”, otro fetiche de la izquierda y propuesta utópica y tranquilizadora de conciencias donde las haya. La crítica se fundamenta en que no queremos peces sino cañas, no queremos tácticas no resilientes que sigan dependiendo del modelo civilizatorio basado en el crecimiento, el dinero, el Estado del bienestar… Estas, para ser viables y deseables, deberían entenderse sólo como un complemento temporal y transicional de otras medidas clave desmercantilizadas y desestatizadas (redistribución de tierras, monedas sociales, etc.).

Respecto a la crítica al Estado del Bienestar que plantea Lodeiro, no puedo estar más de acuerdo y celebrar que se hable de otra cuestión “intocable”, aunque tampoco puedo dejar de decir que nuestra crítica a él no se basa sólo en la imposibilidad de su mantenimiento por motivos de colapso energético y de expoliación ecológica, sinó también en que no es deseable desde una perspectiva humana y ética y por muchas otras cuestiones. Podéis encontrar más información sobre nuestros posicionamientos acerca de la cuestión del Estado de Bienestar en este artículo. Del mismo modo, nuestra crítica al Estado, la otra cara menos amable del Estado del Bienestar, tampoco la justificamos meramente en terminos energéticos, como por ejemplo por el hecho de que “no se podría mantener energéticamente una estructura centralizada como el Estado….”, sino que lo denunciamos como forma de organización social represiva y defensora del status quo, incompatible con la libertad política y con una verdadera democracia, entre otros factores. Más adelante entraré más en detalle en ello, a raíz de la apelación que hace el libro en relación a superar los tradicionales “dogmas” de los distintos sectores de izquierdas, entre los cuales está la cuestión del Estado.

Cabe destacar también la importancia de que en el libro se trate de la capa psicológica de las masas y los individuos, así como de los mitos, las narrativas y los discursos de fondo que mueven nuestra sociedad. El aspecto immaterial, psicológico y mítico del cambio social no se puede obviar. Lo considero una parte fundamental de la impugnación del sistema, aunque no única, y para que tenga valor cabe impugnar también las cuestiones estructurales. Por ejemplo, la supuesta dicotomía entre trabajo y medio ambiente no es sólo una cuestión de narrativa sino también de cambio estructural, de impugnación de la economía de mercado y de un sistema que hace incompatible la supervivencia de la vida con su propia supervivencia como sistema. Las críticas que se hacen desde paradigmas que dan por sentado el sistema actual no cabe descalificarlas sin más, puesto que son ciertas en este marco socioeconómico (1). Es tarea nuestra hacer posible la solución a esta dicotomía, y a muchas otras, reafirmando la necesidad de cambiar de paradigma para poder salir de los diversos atolladeros en que estamos metidos. En este sentido las propuestas de organización económica sin mercado y sin Estado que se hacen desde el proyecto de la Democracia Inclusiva(2) pueden ser relevantes, así como puede serlo a nivel de discurso filosófico el incipiente paradigma del Vitalismo Integral (3), entre otras variadas propuestas que surgen aquí y allá y van en la misma dirección (4).

Por otro lado, resulta especialmente inspirador el capítulo sobre la adaptación postindustrial de diversas corrientes ideológicas y movimientos, aunque me parece parcial y reduccionista plantearlo meramente o sobretodo en términos de adaptación de estos a una baja disponibilidad energética. La adaptación-mutación de todos los planteamientos que se exponen va más allá de esto y tiene que ver con una síntesis y superación necesaria que viene influida por muchas otras evoluciones que nos llevan a plantear la necesidad de un cambio de sistema y de paradigma. Un ejemplo de ello es la crítica al Estado que hacemos desde posiciones como el No-Sí en Catalunya (5), citada en el libro: planteamos una Cataluña democrática, descentralizada y con autonomía pero sin Estado, al estilo de las propuestas del Confederalismo Democrático kurdo, que defienda el hecho nacional sin caer en el nacionalismo, que trabaje por una independencia real y no una supuesta independencia formal, y lo hacemos no sólo porque es deseable o incluso indispensable en términos ecológicos y energéticos, sino también porque lo es en términos sociales, democráticos, humanos, técnicos… todo son caras de la misma moneda y lo importante es ver que cada planteamiento-movimiento pone el énfasis más en un aspecto u otro dependiendo desde dónde lo mira, pero que sea como sea habitualmente llegamos a conclusiones parecidas.

Finalmente, los planteamientos que se hacen sobre feminismo, sobre la relación entre campo y ciudad y sobre el pacifismo, me parecen ejes de debate muy claves para avanzar en cuestiones de análisis y estrategias postindustriales y de cambio de paradigma. Desde el Grupo de Reflexión para la Autonomía y en otros contextos, son cuestiones sobre las cuales debatimos a menudo a nivel estratégico, ético, conceptual… y acerca de las cuales estamos especialmente interesados en conocer, avanzar, integrar, y hacer crítica constructiva. En este sentido las aportaciones del libro acerca de todas estas temáticas resultan muy provechosas, a nivel de ideas y de bibliografía. El texto también expone las corrientes del ecologismo radical y del postecologismo sobre las cuales me parece relevante profundizar puesto que son las propuestas más avanzadas en cuanto a la evolución del “movimiento” ecologista menos institucionalizado.

Dudas, disensiones y críticas

Sobre la narrativa del colapso de la civilización industrial

Relacionado con lo ya apuntado anteriormente, creo que es importante poner encima de la mesa que el colapso que vivimos no es sólo debido a la cuestión del pico del petróleo o el colapso energético. El colapso civilizatorio se da también por otros muchos factores que pueden ser igual de urgentes e importantes: la crisis humana y relacional, la continua mercantilización de la vida, la degradación ética, nutricional, espiritual, política… la cuestión ecológica y no sólo energética es fundamental porque lo sustenta todo, pero cabe remarcar que sólo con un cambio energético no es suficiente. Determinarlo todo a los recursos me recuerda demasiado a determinarlo todo en base al modo de producción, y me parece una explicación veraz en parte, pero de igual modo insuficientemente explicativa. Es por ello que prefiero hablar de algo como “revolución integral para una nueva civilización provital”, aunque parezca muy rimbombante dicho así, revolución que es anti-industrial pero también anti muchas otras cosas y pro muchas otras cosas.

Así, creo que haría falta ampliar la consciencia del colapso civilizatorio en el sentido de que este tiene muchas caras y muchos orígenes relacionados, y no sólo es el colapso de la civilización industrial. Se dice que la crisis ecológica no es un tema parcial sino que determina todos los aspectos de nuestra sociedad. Pero la crisis civilizacional va mucho más allá de los recursos. La crisis ecológica sí influye poderosamente en todos los aspectos nuestra sociedad pero para darle respuesta hace falta una perspectiva holística y no sólo energética, que afronte todas las consecuencias, que al mismo tiempo son causas. El análisis de Lodeiro y sus compañeros me parece global y holístico pero realizado desde una perspectiva energética, como por ejemplo la Democracia Inclusiva se puede considerar holística -puesto que trata las distintas facetas de una crisis multidimensional- desde una perspectiva política y económica. Es inevitable de algún modo tener algún sesgo en nuestra mirada global sobre la realidad y quizás indispensable contando que somos partes de un puzzle mayor que vamos dibujando entre todos. Pero es importante ser conscientes de esto y quizás buscar paradigmas holísticos con variadas perspectivas concretas acerca de cada cuestión. Como decía A. Huxley: “No existe una sola cura para lo que no puede tener una sola causa”. Una crisis multidimensional como la que afrontamos se debe abordar desde un paradigma multidimensional. Blai Dalmau también se posiciona en este sentido cuando explica “La solución de la crisis energética-sistémica del siglo XXI es inseparable de la superación de la crisis multidimensional (económica, política, social, cultural y ecológica) que arrastramos desde los siglos precedentes.” (6)

Un nuevo movimiento de movimientos?

Hecho de menos en el texto el desarrollo de propuestas sinérgicas y estratégicas más allá de las propuestas de articulación con los partidos políticos que puedan mostrarse afines. Supongo que esto se da por la necesidad que ve Lodeiro de que haya un rencuentro entre decrecentistas libertarios y ecosocialistas. Así, si bien se habla de cómo deberían transformarse los diversos movimientos para devenir postindustriales, no se trata tanto el cómo podrían sintetizarse ni sinergizarse estas corrientes para ir más allá de lo que son ahora en sí mismas, no solamente mutar para hacerse postindustriales sino cambiar para transformarse y unirse, en un contexto de desarrollo, quizás, de un movimiento social organizado para catalizar los procesos de transformación necesarios. El colapso civilizacional puede ser un buen punto de partida pero debemos trabajar a fondo en perspectivas alternativas en todos los niveles. En algún momento se citan diversas tendencias conscientes del colapso y parece que se apunta hacia allí, puesto que acertadamente no hay un rechazo de ninguna de ellas sino una integración, aunque simplemente resaltando y dando por sentado que cada cual se centra en poner énfasis en diferentes aspectos -más políticos, espirituales, energéticos… del cambio de paradigma, pero no se acaba de hacer el paso de plantear una síntesis y una estrategia común. A lo mejor es imposible, a lo mejor no es deseable, pero algunos pensamos que quizás sí lo es y que aún estamos a tiempo, sobre todo si pensamos que debemos reemplazar, y no solo reformar, las actuales instituciones.

La cuestión del Estado

Y todo lo que venimos diciendo… con Estado o sin Estado? Es también esta una cuestión que se plantea en el libro, y que el autor ya ha puesto sobre la mesa en numerosas ocasiones, cuestionando la crítica al Estado que se hace desde posiciones libertarias y apuntando a la necesidad de un reencuentro entre decrecentistas libertarios y ecosocialistas (7). ¿Cómo de condicionante es este debate y hasta qué punto admite grises o pensamiento complejo? Lodeiro trata la cuestión como si fuera un tema de dogmatismo por parte de algunos sectores. Algunos pensamos que la crítica al Estado puede ser igual de incuestionable que la consciencia del colapso energético, puesto que basamos nuestra consciencia política en el eje Heteronomía o Autonomía, siendo la estructura estatal la expresión máxima de la primera.

En el capítulo de estrategias se habla de una posible gestión decrecentista del Estado, de tomar el Estado al modo socialista para acelerar la transición al comunismo postestatal. Me inquieta pensar que este discurso se pueda convertir demasiado fácilmente en algo parecido a la toma del Estado por la vanguardia del proletariado como paso necesario para su disolución y la construcción de una sociedad socialista. Me suena demasiado todo ello y, conociendo la historia, no me entusiasma luchar desde aquí. No tengo claro como podría actuar una izquierda postindustrial en un contexto de escasez de recursos, como evitaría, por ejemplo, caer en un eco-totalitarismo impuesto desde arriba. Desde el GRA y desde las perspectivas de Revolución Integral, pensamos que medios y fines tienen que ser coherentes, y que es prioritario empezar a funcionar aquí y ahora de la forma como visualizamos una sociedad futura. Pero Lodeiro parece priorizar el fin y buscar las alianzas necesarias que parezcan llevarlo a cabo más rapidamente.

Pienso que del mismo modo que cuestionamos y que cuestionan Lodeiro y sus compañeros la compatibilidad del decrecimiento con las estructuras economicas capitalistas, es también lógico que se cuestionen la posibilidad del decrecimiento desde posiciones estatistas, al estilo de la evolución de discurso que ha hecho Antonio Turiel que se cita en el libro, así como algunas iniciativas de transición (que apoyaron el discurso del No-Sí en Catalunya, por ejemplo). Y no sólo porque no sea posible mantener la centralidad del Estado en una sociedad de baja energía, sino porque es poco deseable imponer los cambios desde arriba y también porque la relocalización energética requiere una relocalización del poder político, entre muchas otras cuestiones. Estado y capitalismo son dos caras de la misma moneda, una es la concentración del poder político en el Estado representativo y la otra la concentración del poder económico en una elite “privilegiada” mediante los mecanismos del mercado neoliberal. (8)

Me parece que Lodeiro tiene una visión muy inocente de la estructura estatal, al defender su supuesta neutralidad. Desde el poder siempre se ha instrumentalizado al pueblo, ¿es posible pensar que pueda ser al revés? El Estado, en sus multiples variantes, es desde sus inicios una herramienta creada por los ricos y privilegiados para oprimir y desposeer a mayorías silenciosas. Lejos de ser una herramienta neutral, como la educación -que tampoco lo es- la propia estructura estatal tiene una dinámica propia que la hace muy impermeable al cambio y el poder concentrado corrompe. La única mutación que puede acaecer, a mi parecer, es que para proteger los privilegios de los que representa, reprima y controle más y mejor a una masa cada vez más descontenta de la población, y más en un momento como el actual o los que vendrán, en el que ya no quedarán migajas para mantener la “paz social” de otros tiempos.

La complejidad de la cuestión del Estado va mucho más allá de cualquier dogma simplista, como acertadamente expone Lodeiro. Tomar el poder del Estado, ¿para qué? ¿En qué posición de poder? Las respuestas a estas preguntas pueden influir mucho en lo que pueda pasar en la realidad. Hasta ahora solo conocemos, que yo sepa, dos opciones de la izquierda estatista: ser caballo de troya en la oposición, o bien realizar una gestión socialdemocráta en el poder. Ninguna de las dos es ningún tipo de revolución, ningún tipo de nueva política. Las propuestas de Lodeiro, aunque creativas y interesantes, me resultan un ejercicio de política ficción abstracto, y como he dicho, ingenuo a la luz de lo que conocemos. Por otro lado, no se puede combatir la alienación con medios alienados. La democracia no es una forma de gobierno, como sugiere Lodeiro, sino un tipo de régimen esencialmente distinto al modelo oligárquico y heterónomo. Así, la solución no pasa por inocular procedimientos democráticos en estructuras oligárquicas, para mí eso es reformismo, un reformismo que nos podría llevar a lo que Malcom X advertía para el siglo XXI: la consecución de fines oligárquicos mediante métodos democráticos.

Estoy a favor de la instrumentalización y el aikido revolucionario, pero pienso que con el poder estatal es muy poco probable que se pueda ir demasiado lejos. No creo que sea comparable la gestión del poder estatal con la participación en las instituciones universitarias o en las escuelas; no creo que sea comparable utilizar determinadas herramientas del sistema para sobrevivir o liberar tiempo para dedicar al cambio social, que buscar conscientemente el poder de una institución representativa -cuyo objetivo principal ha sido tradicionalmente alejar a las personas de a pie del ejercicio directo de la soberanía- y represora -pues su caracterísitca principal es que tiene el monopolio de la violencia. Si en algun momento nos hemos planteado la cuestión del Estado, lo hemos hecho siempre con la única voluntad de vaciar de poder esta institución, dejando sillas vacías en sus cúpulas y construyendo paralelamente nuevas instituciones en un magma social vivo e autónomo que hace falta reconstituir, pues actualmente se encuentra en un proceso de degradación que hace inviable cualquier propuesta desde arriba que garantice un mínimo de conciencia desde abajo.

Hoy en día, como comenta Lodeiro, la institución estatal y sus derivadas están sufriendo cambios importantes, y tratando de mantener su legitimidad como pueden. Frente a esto me parece ver dos posturas: los que abogan por un nuevo proceso constituyente, que transforme estas instituciones en más participativas y humanas, legitimándolas y por lo tanto reforzandolas, aumentando la identificación entre ellas y el pueblo raso, y los que apuestan por un proceso destituyente, que deslegitime cuanto más y mejor las instituciones y le haga caer la careta al sistema de dominación actual, la cara amable del cual será cada vez más difícil de mantener en el marco de la crisis generalizada en la que estamos immersos. La crisis actual puede crear más distancia entre el pueblo y el poder, debido a la incapacidad de gestionar el colapso desde arriba, o también puede ser que el Estado y el pueblo se integren más y más, y se camine hacia aquello que se cita en el libro como “Estado comunal” (sic). Quizás entre estas dos posibilidades se basa la disyuntiva que algunas ponemos sobre la mesa entre la izquierda y el paradigma de la autonomía (9). Un modelo a estudiar como posible tercera vía podría ser la propuesta del Confederalismo Democrático kurdo, que podría ser una inspiración para una posible estrategia no dogmática en este sentido, aunque hace falta conocerla en profundidad (10).

A modo de aclaración: respecto a la Revolución Integral y las Cooperativas Integrales

En el libro se habla de Revolución Integral(11) y Cooperativas Integrales (12) procesos que conozco de cerca por lo que voy a comentar algunas cuestiones acerca de ellos. En primer lugar, se acierta en explicar que la idea y la práctica de estos marcos es ir construyendo un sistema paralelo, que eso sea salir del capitalismo ya es otra cosa, puesto que se es muy consciente también de que, por ahora, no hay un afuera total ni un adentro total del sistema y que hace falta un proceso de transición. Se pone énfasis en ir sacando recursos, personas etc. fuera de la economía de mercado y de los procesos pseudodemocráticos del Estado y insertándolos en dinámicas de gestión colectiva y decisión asamblearia. En segundo lugar, es cierto que se rechaza la via institucional como parte de la estrategia, también como forma de hacer un contrapeso a las opciones meramente politicistas e institucionales del cambio, que son las que más abundan en nuestra sociedad y desgraciadamente canalizan la energía de muchos por derroteros inofensivos e insuficientes (vease la deriva que ha tenido el 15M hacia este tipo de propuestas). En tercer lugar, también se da mucha importancia a la cuestión ética y de mejora personal, al sujeto, y eso no sólo lo remarca Félix Rodrigo Mora (13) a nivel teórico sino que los procesos prácticos de los últimos años le dan la razón en cuanto a la necesidad de poner en el centro las cualidades humanas más que los procesos, las formas, etc. No entendemos que esto sea un proceso previo sino paralelo, trabajar la dimensión personal mientras se construye comunitariamente. Félix habla de construccion prepolítica del sujeto, creo que lo entendemos no como algo previo a cualquier participación social sino que con ello se quiere remarcar que la política no es el todo de la vida y que un activismo desenfrenado y demasiado abocado al exterior puede ser un gigante con pies de barro. En relación a las críticas de neoludismo de Félix Rodrigo y de tecnoutopismo de Enric Duran (14),no creemos que sea incompatible recuperar lo mejor de otros tiempos con aprovechar las capacidades tecnológicas que nos brinda el momento actual, aunque esto pueda no ser para siempre. Tenemos determinados “privilegios” a nivel tecnológico que vemos que podemos aprovechar, al igual que Lodeiro habla de utilizar la tecnología para las deliberaciones y votaciones en una propuesta partidista asamblearia como es D3 (Democracia Directa Digital).

Por lo que me concierne hablaré también brevemente de las diferencias entre estas dos “tendencias” que señala el libro respecto a la Revolución Integral, con la intención de clarificar un poco la cuestión y siempre según mi modo de ver.

Se explica en el texto que dentro de la “Revolución Integral” existe la tendencia más próxima a las ideas de Félix Rodrigo Mora, quien acuñó el término en 2011 en la publicación masiva Rebelaos!(15), y la tendencia de las Cooperativas Integrales y otros movimientos autónomos, que aparte de contar con sus prácticas autogestionarias tenía la intención de crear un bloque internacional alrededor de las ideas de revolución integral (16) que no llegó a fructificar. En cierta forma sí se podrían considerar dos vías, pero más bien las veo como complementarias, de hecho muchas personas comparten espacios, prácticas e ideas en ambas redes. Sólo el tiempo dirá qué grado de interacción hay entre todo ello o si estas vías van desarrollando sus propias tendencias cosa que llega a separarlas. Se lleva razón en que nos guía una “pedagogía de lo positivo” que nos hace intentar ver lo bueno de cada quién y lo que puede aportar, además del “no-dogmatismo”.

Así, más detalladamente, la línea de Revolución Integral influida más explícitamente por las ideas de Félix Rodrigo Mora:

– Confía especialmente en la iniciativa individual de personas de a pie, más allá de las redes de activistas, como pieza fundamental de aportación al cambio revolucionario.

– Relacionado con lo anterior, se apuesta por una red transversal y heterogénea de las personas que participan, gente “normal”, de distintas edades, con sus familias, con distintas inquietudes y capacidades… es un ámbito menos homogéneo y activista de lo que estamos acostumbrados en ambientes de izquierdas.

– Se remarca también la importancia de la espiritualidad, la cualidad humana y los factores subjetivos más que los objetivos de los cambios.

– Se pone también de relieve la importancia del aspecto de desarrollo de ideas e ideales, por ejemplo con la máxima de “las revoluciones no son hijas del estómago, son hijas del pensamiento” de Soledad Gustavo.

– Existe un gran interés en interaccionar con lo real-concreto para conectarlo con un análisis y propuestas más globales, se considera de mucho valor la experiencia directa de las personas, la historia del pueblo llano, la historia personal y se valora aquello que cada lugar puede tener de específico en sí mismo como semilla de la transformación.

– Intenta tratar un amplio espectro de cuestiones vitales, no sólo las temáticas más especificamente políticas.

Por otro lado, la Revolución Integral promovida por las cooperativas integrales y por otros movimientos autónomos y autogestionarios:

– Se plantea más bien desde una prespectiva de iniciativas colectivas, organización y movimiento.

– Se hace hincapié en la necesidad de dotarnos de recursos materiales y de autogestionarlos y se trabaja activamente en ello a través de distintos proyectos e iniciativas.

– La mayoría de personas participantes tienen un perfil activista, con simpatizantes que apoyan económicamente a través de la desobediencia económica o por otros medios.

– El énfasis está en la práctica, en la construcción de alternativas aquí y ahora, y en el poner la propia vida al servicio de la revolución o bien integrar la revolución en la vida.

– Las personas se organizan en distintas redes de afinidad que van más allá del propio concepto de revolución integral: una puede ser la cooperativa integral catalana, la red rural revolucionaria, los campamentos “pensando la autonomía”, los encuentros de infraestructuras libertarias, la revista “Una posició”…

– La estrategia deriva más facilmente hacia posiciones politicistas y economicistas, pero al trabajar en la resolución de las necesidades básicas y de cómo desplegar una vida en común, la cuestión de la transformación personal y de los valores acaba apareciendo también como algo muy relevante y necesario.

Las dos “tendencias” comparten mucho: la necesidad de estrategia y de cambio personal y estructural al mismo tiempo; la organización al margen del Estado y por asamblea en democracia directa, la recuperación del mundo rural y la transformación de las relaciones campo-ciudad o el uso del término revolución no en un sentido de cambio brusco y rápido sino de mutacion total y no parcial y reformista del sistema imperante.

Sobre los posibles escenarios y estrategias

Hacia el final del libro se pasa a detallar los posibles escenarios de cambio en que nos podemos encontrar, y las posibles estrategias a seguir en cada caso. Aunque considero de mucho valor estas proyecciones, pienso que el hecho de poner en el centro de los escenarios la conciencia del pico del petróleo resta complejidad a las posibilidades que se pueden dar, que necesariamente estarán en interacción con muchos otros factores. Lodeiro explica que no perdemos nada en posicionarnos de forma contundente acerca de la cuestión energética, porque si no hay colapso energetico al menos estaremos trabajando en avanzar hacia una sociedad mejor y más sostenible, pero no habla del descrédito que se puede sufrir si “no hay colapso”, ni tampoco de que quizás con este discurso no llegamos a todo tipo de personas sino sólo a algunas, al menos por el momento. Algo que refuerza la posición de aquellos que no ponemos únicamente el énfasis en la cuestión de la energía, y que se comenta también en el libro, es el hecho de que el colapso no será simétrico ni simultáneo. Es clave ver que habrá personas que sufrirán mucho más que otras, quizás las mayorías de la sociedad industrial occidental verán la punta del iceberg pero no lo que hay de fondo, puesto que el sistema tratará de mantener nuestra conciencia enturbiada hasta límites insospechados, eso dificultará a muchos ver que el emperador está desnudo hasta muy entrada la crisis. Por otro lado, también podría ser que fuera al contrario, y que el colpaso se notara mucho más aquí, puesto que nuestra sociedad es mucho más dependiente y poco resilente respecto a otras que “siempre han estado en crisis”.

A nivel estratégico se entra en el tema del discurso (de confrontación y combate o de nueva narrativa civilizacional?), cuestión que precisa de un equilibrio de formas de hacer y comunicar que se refuerzen, superando la dicotomía entre destruir y construir. También se habla de superar las falsas disyuntivas y de una apuesta por el no dogmatismo que no puedo dejar de valorar, aunque al señalar falsas disyuntivas quizás remarcaría más las que se dan entre propuestas autónomas y revolucionarias frente a nuevas versiones de lo mismo pintadas de alternativas, que no las diferencias de estrategia entre proyectos claramente diferenciados en términos de medios -que acaban afectando a los fines-, como las tentativas de revolución desde arriba frente a los proyectos que apuestan por la transformación desde abajo.

Respecto a las estrategias que implican alianzas con las instituciones estatales, ya he hablado de ello más arriba y no querría repetirme. Me parece complicada una “participación crítica” en las instituciones estatales a nivel macro, por la esquizofrenia que puede provocar y por la fortaleza de las dinámicas que apuntan en una dirección muy distinta a la que se puede desear en abstracto. En este sentido, y sintiéndolo mucho, creo que la mayoría de las propuestas que se presentan en el libro, aunque son un excelente ejercicio de sana y necesaria creatividad, dejan entrever un desconocimiento de las dinámicas del poder que me parece a-histórica y utópica en el sentido negativo del término. No creo que se pueda liquidar el Estado desde el Estado, lo único que me parece útil es una visión pragmática respecto a los que estan en el “poder” -que tienen muy poco poder real, por supuesto- sin confianza alguna en que puedan cambiar grandes direcciones, sino acceptando meramente lo poco que puedan hacer: paliar algunas cuestiones urgentes o desviar algunos recursos económicos, y esto en el mejor de los casos. Quizás esta sería la propuesta pasivo-facilitadora que se pone encima de la mesa, muy diferente a una estrategia de toma del poder por activa para hacer cambios desde arriba. Lodeiro cita a Murray Bookchin como ejemplo de alguien que intentó acabar con el “dogmatismo” anarquista respecto la cuestión de las elecciones, pero se olvida de decir que Bookchin no hablaba en ningún momento de la toma del poder del Estado sino del poder municipal de los ayuntamientos para disolverlo rápidamente en asambleas populares, que es otra cuestión muy distinta. Aparte, Bookchin ponía claramente encima de la mesa que la base de la nueva sociedad eran comunidades horizontales federadas y criticaba con dureza la institución estatal como usurpadora del poder del pueblo (17). Creo que Bookchin fue criticado sobre todo por las tendencias anarquistas individualistas que se tomaban la transformación como una cuestión meramente personal, y frente a ello defendió un anarquismo social y organizado, confederal. Sus críticos vinieron básicamente por parte de este sector, más que por los libertarios comunitaristas -aunque por aquel entonces estos también estaban aún muy imbrincados en un obsoleto anarcosindicalismo que tampoco facilitaba una comprensión constructiva del discurso de Bookchin (18).

Siguiendo con la misma cuestión, el Estado o bien colapsará porque no tendrá sentido y será imposible de sostener, como comenta Lodeiro, o bien puede “escoger” sostenerse a sí mismo y proteger sus privilegios a costa de todos y, por lo tanto, fortalecerse. Así pues, no hay ninguna garantía de que el decrecimiento per se favorezca el debilitamiento del Estado, un escenario totalitario es perfectamene concebible y factible teniendo en cuenta los valores y las dinámicas que mueven la sociedad imperante. Por otro lado, una posible alianza con un Estado que pretenda gestionar más conscientemente el colapso nos puede reducir a devenir meros gestores de la miseria, ¿es esto lo que queremos? ¿Hacer el trabajo sucio autogestionadamente de aquello que el Estado no va a asumir más, creando redes para mitigar el golpe entre las clases populares pero posibilitando, al mismo tiempo, que se mantengan los privilegios de unos cuantos sin poder hacer una verdadera revolución? ¿Preparar el terreno para una supuesta transición que no llega nunca y que nos mantiene en una fase de supervivencia in eternum? Quizás aquí tendríamos que vislumbrar un nuevo contrato social… serían un ejemplo de ello los modelos latinoamericanos de cooperación entre movimientos sociales y Estado, como parece derivarse de los planteamientos de Lodeiro? En este sentido me gustó especialmente, por su realismo, el posicionamiento de John Holloway acerca de las izquierdas estatistas que se cita en el libro: “Cualquier cosa desde el Estado debe conciliar la rabia social con la reproducción del capital, que es su principal tarea. Esto ha pasado en América Latina, en Venezuela y Bolivia, y será también el problema en Grecia y en España” (19). Podemos evitar esta conciliación forzosa y cada vez más impossible a través de nuevas propuestas de organizacion social más allá de las instituciones?

Finalmente, celebro que la educación sea una cuestión que se menciona como fundamental al final del libro. Creo que se le debería dar un peso mucho más preponderante como factor estratégico de primer orden, para desarrollar los aspectos subjetivos del cambio y no solamente de forma oportunista para tratar de ver como se pueden ver influidas las personas por determinadas prácticas y discursos, sino más bien para transformar las subjetividades de raíz, para potenciar la adopción de la responsabilidad que desde la autonomía implican estos cambios de paradigma que proponemos.

A modo de conclusión

El libro acaba con unas conclusiones que no puedo más que compartir. No existe una solución política o meramente política a la encrucijada civilizacional en la que nos encontramos. No sólo debemos trascender el capitalismo sino que debemos hacer una transición hacia una nueva civilización que no solo tenga en cuenta los limites de la bioesfera sino que se entienda como parte integrante de ella. Es necesario cuestionar los partidos políticos como principal vía de un cambio “político” (de lo que se deriva que tenemos que recuperar un sentido de la política mucho más amplio… y quizás superar también el eje derecha-izquierda, en el mismo sentido que apunta Antonio Turiel aquí (20)).Y, finalmente, la lucha contra el capitalismo es también una lucha contra el propio ego interior si estamos en posición de poder y privilegio, y de la apuesta por un cambio de horizonte vital para no aspirar a más “bienestar” material cuando tenemos conciencia de que hay que dejar atrás un paradigma obsoleto y bañado en sangre e injusticias.

NOTAS

(1) Ver por ejemplo el artículo “Es el decrecimiento compatible con la economía de mercado?” de Takis Fotopoulos, que podéis encontrar aquí: http://www.inclusivedemocracy.org/fotopoulos/other_languages/span/decremiento_economia_de_mercado.htm

(2) Ver las propuestas del proyecto de la Democracia Inclusiva aquí: http://democraciainclusiva.org/eindex.htm

(3) Ver las incipientes aportaciones del paradigma del Vitalismo Integral aquí: http://www.pro-vital.org/

(4) Algunas otras propuestas se hacen desde narrativas como las de la Ecología Social o la Teoría Gaia, por ejemplo, así como desde proyectos como el Municipalismo Libertario, el Confederalismo Democrático, las Zonas Autónomas de Chiapas y de varios sitios en Europa…

(5) Podéis encontrar más información de la campaña aquí: www.no-si.cat

(6) Podéis leer el artículo “Comentarios sobre el declive energético mundial y el “periodo especial” cubano” aquí: http://blai-dalmau.blogspot.com.es/2012/12/comentaris-sobre-el-declivi-energetic.html

(7) Por ejemplo en esta misiva a los sectores libertarios: http://casdeiro.info/textos/index.php/2015/08/15/amigos-libertarios-e-a-hora-de-vos-implicardes-no-estado/

(8) Un analisis muy detallado de estos dos pilares del sistema actual se puede encontrar en el libro “Crisis multidimensional y Democracia Inclusiva” de Takis Fotopoulos, que podéis encontrar aquí: http://www.democraciainclusiva.org/txt/CMyDI.pdf

(9) En este sentido se ha hablado últimamente de “anarquismo de Estado”, de “la izquierda del capitalismo”…ver, por ejemplo, “Crtítica libertaria a la izquierda del capitalismo” de Miquel Amorós, que podréis encontrar aquí: https://sinvilla.noblogs.org/post/tag/miquel-amoros/

(10) Para conocer más en profundidad el modelo kurdo podéis leer el libro “La Revolución Ignorada”, Ed Descontrol, 2015.

(11) Ver www.revolucionintegral.org

(12) Ver www.cooperativa.cat

(13) Ver http://esfuerzoyservicio.blogspot.com.es/

(14) Ver https://enricduran.cat/

(15) Ver http://www.rebelaos.net/

(16) Ver https://integrarevolucio.net/es/

(17) En su libro “Rehacer la sociedad: senderos hacia un futuro verde” explica: “ la apelación al poder del Estado invariablemente legitima y fortalece al Estado, con el resultado de que, en efecto, disminuye el poder del pueblo. El poder no permite ningún vacío en la vida pública. Todo el poder que el Estado gana siempre lo hace a expensas del poder popular. Al mismo tiempo, todo el poder que el pueblo adquiere, siempre lo hace a expensas del Estado. Legitimar el poder del Estado es, por lo tanto, deslegitimar el poder popular”.

(18) Respecto a esta cuestión se puede ver, por ejemplo, el libreto “Anarquismo social o anarquismo personal”? de la Editorial Virus.

(19) Las experiencias de la CUP por el momento, y en otro nivel, de Bcomú en la gestión de la huelga de TMB en Barcelona que está teniendo lugar ahora mismo, indican la contradicción de este camino y la imposibilidad de contentar a todo el mundo, máximo baluarte de las políticas socialdemócratas. Para una evaluación del camino de las CUP podéis leer por ejemplo el artículo de reciente traducción al catalán “La CUP; fins al coll en política”, que se puede encontrar aquí: https://baumacolectiu.wordpress.com/blog/ . Desde dentro de sus filas también se está dando alguna crítica y autocrítica, podéis ver por ejemplo: http://espaifabrica.cat/index.php/politica-institucional/item/1013-la-cup-i-l%E2%80%99esquerra-independentista-l%E2%80%99estat-de-les-coses-i-les-coses-de-l%E2%80%99estat-la-cosa-no-rutlla-i-algunes-alternatives o las recientes declaraciones de Manuel Busqueta, exdiputado por esta formación: http://www.lavanguardia.com/politica/20160220/302294481272/crisis-cup-josep-manel-busqueta.html

(20) Turiel dice textualmente, respecto al manifiesto “Última Llamada“, en http://ultimallamadamanifiesto.wordpress.com/2014/07/11/antonio-turiel-una-vision-de-ultima-llamada-desde-dentro/ : “A mí personalmente me hubiera gustado contar con adhesiones de todo el espectro político entre los firmantes iniciales, puesto que el problema es completamente transversal: no existe una manera de izquierdas o de derechas de hacer frente a esta crisis de sociedad”.

Una resposta a «La izquierda y el colapso civilizatorio»

  1. Gracias Laia por el interesante resumen del libro y las extensas aportaciones. Mayoritariamente estoy de acuerdo con tus premisas y tus conclusiones. Sin embargo hay un par de puntos en que, a mi entender, tanto tu como Manuel estáis aceptando las tesis del sistema de dominación, lo que hace que vuestro análisis confuso, e incluso que algunas de las propuestas en cierto sentido refuercen el sistema de dominación hegemónico en lugar de superarlo.

    Estos puntos son

    1) en un territorio geográfico puede haber una sola organización social
    2) la escasez de recursos es un fenómeno físico objetivo

    Me parece mucho mas útil considerar las alternativas

    1) en un territorio geográfico pueden convivir múltiples organizaciones políticas, opuestas ideologicamente, algunas estado-mercantilistas, otras horizontales, unas capitalistas otras socialistas, unas individualistas, otras colectivistas, unas egoistas, otras basadas en la generosidad y el soporte mútuo, etc.
    2) la escasez es una combinación de A) factores culturales y B) dinámicas del sistema. A) Culturalmente se nos ha enseñado a atesorar los recursos escasos lo que incrementa su escasez y se crea tensión social. En otras culturas se potencia el regalo de los recursos mas escasos por lo que la escasez se convierte en un mecanismo de cohesión social. David Graeber habla de este punto en Debt: The first 5000 years. B) Las dinámicas del sistema mercantilista que persiguen la ganancia financiera en lugar de la producción de bienes crean situaciones de escasez artificial, como la escasez de moneda, con lo que se producen situaciones aparentemente paradoxales, como crisis económicas que llevan a que se pare la producción, cuando se continua disponiendo de los mismos recursos, fabricas, etc. que antes de al crisis (lo que lleva a las típicas ocupaciones de fábricas por obreros, etc.) Ver por ejemplo el corto “que es la economia basada en recursos y porque la necesitamos?” de Zeitgeist, para una visión de este punto. A parte de la narrativa tecnófila el video está muy bien 🙂 . Hace 12.000 años que vivimos en abundancia, que tenemos más recursos de los necesarios para que toda la población pueda vivir bien acorde con los hitos tecnológicos del momento. Hace 12.000 años que vivimos en aparente escasez material debido a que el poder utiliza, no solo el excedente, sinó además parte de los recursos necesarios para la población, para fines represivos, militares, policiales, etc. y para alimentar las propias dinámicas derrochistas del sistema mercantilista.

    Si se acepta, como me parece que hacéis tanto tu como Manuel, la primera premisa se hace difícil ver como superar las aparentes dicotomías estado-mercado / organización horizontal de ayuda mutua, y de construcción / destrucción ; también se presentan varios dilemas aparentes, a nivel práctico de necesitar ser mayoría antes de poder ejercer el poder, aunque se a escala local para disolver el ayuntamiento en una asamblea popular, y en el plano ético parece necesario, una vez conseguida la mayoría, imponer nuestras creencias a una minoría pro-estatista.

    Sin embargo, si en lugar de aceptar esta premisa de homogeniedad política, consideramos la alternativa, vemos que podemos simplemente pensar en múltiples organizaciones políticas en un mismo territorio, que quien prefiera paradigmas estado-mercantilistas se sometan voluntariamente a sus estados y las otras podamos vivir acorde a nuestros valores sin interferencia estatal. Nuestros esfuerzos se desplazan en pensar como seducimos a las estatistas en lugar de como nos enfrentamos a ellas.

    Aceptar la segunda premisa nos lleva a preocuparnos innecesariamente en posibles escenarios que pueden sucederse al agotarse tal recurso o otro, ya sea petróleo, carbón, uranio, etc. A debatir si el agotamiento de recursos llevará al colapso del sistema y la liberación de la población o a una opresión aún mayor. Conducen a algunas a invertir sus esfuerzos a mejorar la eficiencia energética ignorando completamente la paradoja de Jevons por la que, como más eficientes son los procesos, más rápidos se consumen los recursos porqué su uso resulta más económico. También los lleva a aceptar unas vidas precarias que hacen que las alternativas que construimos no sean nada atractivas para las personas que buscan, más allá de la satisfacción emocional y espiritual, una vida materialmente confortable.

    Alternativamente podemos ver que estos fenómenos simplemente proporcionan al poder excusas para darle una vuelta de tuerca más a la explotación. Su existencia o ausencia no cambiarán las dinámicas del sistema, ya que el propio sistema provoca sus propias crisis, como explica Naomi Klain en shock doctrine. Durante las últimas décadas solo un 10% de la población ha vivido en un “estado de bienestar”. Que menos recursos reduzcan este porcentaje al 5% o al 1% no cambiará las dinámicas del sistema. De hecho, esta reducción de la “clase media” ya ha venido desarrollándose históricamente, independientemente de la supuesta escasez de recursos.

    Conclusión: tenemos la opción de colaborar con todas las personas y organizaciones que persiguen cambios sociales y políticos, incluso cuando persiguen objetivos opuestos, o persiguen los objetivos similares con estrategias opuestas. Simplemente tenemos que renunciar a imponer nuestras preferencias a quien tiene otras, y en su lugar facilitar que cada una se pueda juntar con quien comparte valores y organizarse a su manera. Podemos también gestionar la abundancia de recursos disponibles para vivir cómodamente, y de este modo seducir más fácilmente a las personas que por su elección de otras formas de organización social viven en precariedad emocional, espiritual o material.

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